viernes, 8 de mayo de 2015

EL RETRATO DE GORKA GRAY







Sin duda, todos mis lectores conocerán la historia del mítico Dorian Gray y su solidario retrato que
envejecía por él. De manera que todos los excesos que Dorian cometía, así como el inevitable paso del
tiempo, no afectaban a su compostura, a su imágen ni a su juventud. El retrato penaba por él y era éste quien envejecía y se demacraba mientras Dorian campaba a sus anchas haciendo y deshaciendo cual feliz españolito recién llegado a tierras de Punta Cana.

Un efecto similar, pero a la inversa, me ocurre a mí: mientras el resto del mundo comienza a ver ligeros, sutiles, prácticamente inapreciables signos del paso del tiempo en mi físico, el espejo de mi baño me muestra otra realidad bien diferente: me ofrece un rostro juvenil pero masculino, una piel suave y bronceada por el sol que recubre unos bien formados pectorales, hombros y brazos, así como una mirada inocente y madura al mismo tiempo.


Mientras algunos envidiosos insisten en asegurar que mis movimientos ya no son los de una veloz
gacela, mi mente me confirma que sigo desplazándome con la ligereza de un felino y que cuando salgo a correr pareciera que mis pies flotaran cual nubes de algodón sin apenas rozar el suelo.
Los selfies tomados con mi móvil muestran a un Gorka cada vez más joven, más atractivo, más gallardo y más varonil. Por más que el resto del mundo insista en asegurar lo contrario ya que, de nuevo, la imagen real que yo visualizo no coincide con la falsedad que aprecian otros.

Y el espejo trucado de mi habitación refleja, cada mañana, un cuerpo hercúleo con un más que
respetable, arrogante y altivo miembro viril. Nada que ver con la falsa imágen que los engañosos y
traicioneros ojos de mi mujer le hacen apreciar. Ella visualiza una falsa imagen que incluye ligeras y
vergonzosas manchas en mis sensuales shorts, arrugas en un rostro terso cual culito de bebé, canas en
un cabello negro azabache y confunde los aromas florales que desprende mi cuerpo con flatulencias y
efluvios de otra índole.

Así, he descubierto que la imágen que el resto del mundo tiene de mí no coincide para nada con la
realidad y, al igual que en la historia de Dorian Gray, todo es falso, un engaño, una mentira, un barato
truco de prestidigitación,
Sin embargo, todavía existen reductos, áreas, espacios donde sus habitantes visualizan la misma y
verdadera realidad que visualizo yo.

Por ejemplo, y sin ir más lejos, mi oficina. En este santo lugar, este tempo de sabiduría, todos coinciden en opinar que estos toques grisáceos en mi sedoso cabello son una clara muestra de clase y juventud.
Que debo de tener algún pacto con Lucifer o haber encontrado la fuente de la eterna juventud.

Consideran, sin ningún género de duda, que mis opiniones son las más acertadas y que soy el mejor jefe que les puede haber tocado. Que soy el tipo más atractivo e interesante de la empresa y,
probablemente, del mundo. Que mi único problema es que soy demasiado modesto. Así piensan, sin
excepción, todos los miembros del departamento. Y no creo que tenga que ver con el hecho que quien
no piense así lo envío a las galeras, le quito las vacaciones o lo mando sodomizar. Sin duda lo piensan por natural y sincera convicción. Porque ellos conocen la realidad: cada día soy más joven.