lunes, 1 de diciembre de 2014

ESTOY HECHO UN CHAVAL


Con 43 recién cumplidos me jacto de tener un estado de forma envidiable: corro varios
kilómetros al día, practico tenis, esculpo mis abdominales y desarrollo mis bien formados
pectorales y bíceps. Y todos los sábados, sin falta, echo un polvito con mi mujer que haría las
delicias de la más fogosa y exigente de las amantes.
Recientemente, incluso, me atreví con una carrera de 5 kilómetros donde realice un papel más
que digno que me supuso una inyección de autoestima y confianza que me hizo rememorar los
grandes hitos deportivos de los dioses del olimpo y me posicionaron, dentro de mi imaginativa
mente, entre blancas nubes de algodón mientras dulces y tiernas jóvenes me idolatraban y
entonaban dulces canticos mientras sus virtuosas manos se deslizaban entre las cuerdas de sus
arpas para mi disfrute y deleite.
Y tan sumido me hallaba en estas fantasías que tuve la osadía (o inconsciencia) de apuntarme a
un campamento intensivo de tenis junto a mi hijo de 12 años.
El primero de los tres días que durado este infierno de Dante terminó, para mí, tras la primera
hora y media.
A partir de ahí el resto del día paso entre calambres en las piernas, calambres en los súperesculpido
abdominales, calambres en los trabajados bíceps, calambres en la espalda, calambres
en los dedos de las manos, calambres en el culo , continuos mareos y la ayuda de mi hijo para
poder quitarme hasta los calcetines.
A las 7 de la tarde estaba en la cama incapaz de moverme, es estado semi-catatónico, hasta el
sábado a las 8 de la mañana que, cual jabato, salté ágilmente de la cama sólo para que otro
calambre me volviera a tumbar de inmediato.
Pero nada, campeón al fin, me levanté como pude, me di una duchita (el día anterior no había
podido ni eso), un desayuno reparador y vuelta a los entrenamientos de alto nivel donde mis
compañeros (niños y niñas de 10 a 16 años) verían a este "león" comerse la cancha.
Cómo describir la sensación de ser observado por los sorprendidos padres (algunos de mi
misma edad o menores) mientras me esforzaba por mantener el ritmo entre estos incansables
infantes?
Pue allá estaba yo, que ni me atrevía a levantar la mirada del suelo para no cruzarme con las de
ellos , al ritmo de "un dos tres un dos tres ... arriba y abajo....vamos chicos, otra vez.... un dos
tres … a ver el abuelo que mantenga el ritmo... arriba y abajo un dos tres….cuidado no os
tropecéis con el abuelo... un dos tres un dos tres.... a ver que alguien reanime al abuelo... un
dos tres…".
No obstante conseguí salir, esta vez sí, por mi propio pie de las canchas al concluir la jornada.
Un gran éxito, sin duda, a juzgar por el final del día anterior.
De nuevo a dormir temprano después de cenar bien y esta mañana tempranito en pie. Por
supuesto ni soñar con realizar las flexiones diarias que forman parte de mi rutina de cada día. Ni
plantearme gastar unas energías que muy probablemente necesitaría más tarde. Duchita y a
desayunar realizando los movimientos justitos.
"Cómo estas hoy, papi?" me preguntó mi hijo "Hoy estoy a tope, esto es lo que necesitaba:
dormir bien y buen desayuno criollo. Hoy me como la cancha ya verás...." pero a juzgar por su
mirada y su sonrisa socarrona creo que él no estaba tan convencido como yo. Qué
desconfiado!!!!
Ahora mismo son las 3 de la tarde y hace rato que el entrenador, mi hijo y el resto de jugadores
me están buscando para entrar en la cancha pero no me van a encontrar ni de broma: estoy
encerrado en el baño de mujeres y de aquí no salgo hasta la hora de irnos. No vuelvo a un
entrenamiento de adolescentes en mi puta vida. En mi P-U-T-A V-I-D-A. Lo juro.
A partir de ahora voy a asumir mi realidad: un poquito de deporte para mantenerme más o
menos pero nada de súper abdominales. Al contrario: voy a cultivar algo de barriga que es más
propia para alguien de mi edad. Se acabaron las camisas y los pantalones fit. A partir de ahora
pantalón de vestir y guayabera.
La cerveza será light pero se acabó la mierda de la lechuga y las dietas. Las tortillas van a
recuperar las yemas (estaba harto, de hecho, de sólo comer claras de huevo) y el bacón volverá
a mis menús al igual que los embutidos y el chocolate.
Se acabó querer ser jóven y sano: a engordar un poquito y a tener problemas de próstata,
colesterol y sobre peso como todo hijo de vecino de mi edad.
Y del polvito semanal pasare al polvito al mes y con ayuda externa (un disfraz de caperucita
roja, uno de enfermera....).
He decidido que este año 2015 que se acerca va a conocer a un nuevo Gorka: el Gorka que
asumirá su edad. Adiós al Fit y a la comida sana y hola a la vida real. Adiós a la adolescencia y
hola a la madurez.

lunes, 10 de noviembre de 2014

PIRATAS DEL CARIBE


Ya no llevan parche en el ojo ni pata de palo  y han evolucionado de conversar con el loro del hombro a  hacerlo a través del WhatsApp con el SmartPhone que llevan en sus bolsillos. Ya no conviven en sucios y  mohosos camarotes  de sus desvencijados barcos sino en cómodas habitaciones o apartamentos en  campos de golf o suites de hotel. La bandera negra con la calavera y el tatuaje que les identificaba han  sido sustituidos por el logo de la empresa para la que laboran y una  firma con su nombre y cargo en el  Outlook.  Pero, por lo demás, pocas cosas han cambiado entre los eternos y románticos piratas del siglo XVI y los  actuales piratas de origen europeo que deambulan por el Caribe desde hace dos décadas o más.  Estos modernos a la vez que decrépitos piratas, antaño jóvenes y vigorosos, llegaron a esta isla con  boleto de solo ida y dejando atrás una tierra a la que juraron no volver (de hecho alguno si volvía lo  encerraban o, peor aún, lo obligaban a casarse)  han ido decayendo con el imparable paso del tiempo  mientras sus ojos han visto, con comprensible tristeza, como el paraíso al que llegaron ha sido de nuevo,  y como ya ocurrió 500 anos atrás, prostituido con la llegada de extranjeros  ávidos de riquezas y triunfos  laborales con los cuales poco o nada tienen en común.   Sin embargo, y a pesar de los excesos  cometidos y el tic‐tac del reloj biológico, estos personajes son  ajenos al envejecimiento y siguen viendo reflejada en el espejo su varonil y gallarda imagen. Es más, a su  natural gallardía se suma la experiencia y la sabiduría que solo el paso de los anos provee.  Han tenido, eso sí, que depurar sus estrategias. Se han visto obligados a jubilar las motos de cross con  las que conquistaban a jóvenes indígenas y sustituirlas por vehículos de alta gama y bajo consumo (hasta  en esto han cambiado los tiempos), apuntarse a modernos gimnasios y contratar instructores para  mantener sus estilizadas figuras, hacerse alguna operación de hernia discal o de  próstata y tintar sus  plateados cabellos. Ya no les basta con invitar a las inocentes victimas a cenar camarones y algún vino  barato en tabernas locales tipo Capitán Cook sino que es necesario sacarles Visa y llevarlas de viaje en  modernos aviones a conocer la cuna de la civilización europea. Se acabó regalar gafas de sol, relojes y  bolsos de imitación: ahora todo tiene que ser original. Y se acabó ser el amante secreto de la fogosa e  insatisfecha mujer casada para pasar a ser en el que mantiene y, a veces, el cornudo.   Sin embargo, han aprendido a vivir bajo su nuevo rol con envidiable dignidad. Es digno de admiración  verles levantarse a cámara lenta, y con evidentes signos de dolor que tratan de disimular con una  forzada sonrisa, de su escritorio para saludar a la joven secretaria que entró a entregar un paquete. Es  envidiable su valentía y elevada auto‐estima al invitar a salir a mujeres a las que doblan, y en ocasiones  triplican, en edad. Aprovechan su vasta experiencia para entablar una interesante conversación que,  infaliblemente, encandila a la inocente presa y opaca a los mezquinos competidores.  Están dispuestos a desperdiciar horas de sueño (un descanso que, cada vez más, resulta imprescindible  para estos leones envejecidos), a invertir considerables cantidades de dinero en cenas y regalos, a  arriesgarse a una nueva intervención quirúrgica bailando en la pista de la disco e, incluso, a sufrir  disfunción eréctil en el futuro fruto del abuso de viagra y “la pela”. Y todo esto a cambio de qué? Pues a  cambio de seguir disfrutando del Caribe que encontraron20  años atrás, a cambio de volver sentirse  jóvenes, a cambio de no tener que invertir en psiquiatras ni en terapias de superación de la andropausia.  A cambio, en fin, de seguir siendo los Pirata que siempre fueron y mantener viva una estirpe que tiende  a desaparecer al igual que los grandes dinosaurios lo hicieron. 

Final Feliz



Puedo visualizar la expresión picaresca en el rostro de los más calenturientos y depravadillos de mis lectores tras leer el título de este ensayo. Les imagino diciéndose a sí mismos "Si, Yeah, por fin va a hablar de los masajes con mamada incluida." Pues no, enfermos, no versaré sobre ese interesante tema sino que lo haré sobre los finales felices de los cuentos de hadas. Y es que, cuánto daño han hecho estos cuentos con sus virginales princesas y sus apuestos, educados y ricos príncipes!!!!
Todo es felicidad en estas historias con las que nos educan desde pequeños. Ella es bella,  joven, cariñosa, educada, paciente y siempre va impecable y huele bien. Él es galante, comprensivo, tierno y viste siempre a la moda. Con su pelo lacio y su arrogante porte es la imagen de la virilidad sobre su brioso corcel.
OK, hasta aquí es creíble ya que cuando una chica está enamorada es así como visualiza a su juvenil amor sentado en el interior del coche de cuarta mano en que anda. Todos hemos vivido esto y, sin duda, lo añoramos.
El problema comienza justo cuando el cuento acaba con la famosa expresión "y fueron felices y comieron perdices" porque ahí es donde comienza la triste realidad que no nos cuentan en los cuentos. Y es que esa felicidad dura, a lo sumo, 5 años, hasta que la cotidianidad acaba con todo.   Proyectando el cuento de hadas a la realidad, podríamos augurar que el encantador y metrosexual príncipe descubre su verdadera  naturaleza sodomita y decide explorar nuevas formas y posiciones de amar y ser amado. Lógicamente la insatisfecha, y ya no tan virginal ni dulce princesa, decide hacer lo propio con el jefe de la guardia imperial que, casualmente, es senegalés y la tiene como el mástil de la mayor de las carabelas de Colón.
Lamentablemente ya es tarde para separarse porque la pareja concibió un hijo y separarse supondría un trauma para este, un escándalo para la familia y un desastre para el patrimonio familiar. Sin embargo, la situación solo puede empeorar cuando las madres de ambos cónyuges, y acostumbradas a intervenir y organizar la vida de todo el que tienen cerca (de origen gallego una y vasca la otra), deciden interferir asesorando a sus hijos y empeorando, aún más, la convivencia familiar.
Si a esto le agregamos un nuevo impuesto patrimonial sobre sus castillos y palacios que obliga a los príncipes a acudir a casposos programas de televisión para hablar de sus intimidades por cuatro duros, ya tenemos la cruda realidad y de aquél lejano "fueron felices y comieron perdices" pasamos al "y se separaron porque no se aguantaron".
Ahora ella es feliz con su senegalés que le da alguna que otra paliza pero ella lo entiende porque "son culturas diferentes y es una forma de demostrarme que me ama".Y él es feliz tras casarse con un diseñador de moda con cierto pasado de pederastia que no ha sido aclarado del todo.
Y este seria, penitentes lectores, el auténtico final que la moral de la época no permitió escribir a los hermanos Grimm y otros autores de cuentos infantiles

Angustia

Tengo tres días que no vivo. La angustia me estrangula, me  asfixia y, por momentos, pareciera que me impidiera respirar. Mi mundo esta descontrolado y padezco de angustia, histeria, agobio, paranoia, tics nerviosos y claustrofobia. Y no es para menos: tengo tres días con el móvil estropeado.
 
Quién puede sobrevivir a tamaña desgracia? Ni cagar tranquilo puedo, acostumbrado como estaba, a usarlo de compañía tanto para jugar al Brick Breaker, responder correos o leer el periódico on line mientras realizaba mis más naturales necesidades. En este sentido, he tenido que regresar a la obsoleta, y muy poco discreta, practica de ir al baño acompañado de una revista. En concreto, y a falta de otra cosa, me he leído los tres últimos ejemplares del Bávaro Magazine que le he tomado prestados a la secretaria camino a mi destino. Gracias a lo cual, debo reconocer, conozco la vida e intimidades del hotelero del mes de la zona (le regalaran una licuadora también?), el cheff de moda (apuesto que cierra el restaurante en tres meses como todos), los 17 nuevos hoteles que han abierto en el área en la última semana y el ultimo coronel de Politour que ha llegado al distrito.
Para superar esta crisis de identidad decidí retomar mi relación con el psicólogo (abandonada recientemente tras superar mi adicción a las donas). Pero cómo hacerlo si el numero está en la agenda del móvil? Igual que el número de todos mis amigos, mi hijo, mi mujer y resto de gente con la que me comunicaba a diario.   Ahora me paso el día mirando al hueco vacío de mi pantalón (donde iba el móvil, el otro lo relleno con algodón) buscando algún destello de luz roja que me indique que mi mundo ha recuperado su normalidad y tengo mensajes de texto, de whats app o email esperando ansiosos porque yo, su dueño, los lea. Ah! solo de recordar esos plácidos momentos de intimidad entre mis mensajes y yo mientras el mundo giraba a mi alrededor me ponen la piel de gallina.
Ahora me tengo que pasar las reuniones de trabajo atento a lo que hablan. Ahora tengo que prestar atención a la insípida conversación de mis compañeros de mesa y de café. Ahora no tengo excusa para levantarme de la mesa en las comidas dominicales con la familia de mi mujer porque “me llaman del trabajo”. Cuando voy conduciendo sufro grave peligro de accidentarme porque continuamente desvío la mirada donde antes reposaba plácidamente mi dañado, y ausente, amigo y confidente. Y me preocupo por él: cómo estará? cómo le tratarán en hospital de los móviles? quien lo estará manipulando? lograrán desentrañar los secretos personales que tan celosamente oculto en él...? En fin, que vivir así no es vivir.  Me han propuesto (gente sin corazón, sin duda) que lo abandone y lo sustituya por uno más moderno. Quien podría hacer algo así? Acaso alguien abandonaría sus calzoncillos de la suerte solo porque estén un poco viejos y con alguna manchita que no acaba de salir? Dejarías de lado tu jarra de cerveza por una pequeña muesca en el cristal? te desharías de tu osito de peluche solo porque le falte un ojo y un trozo de oreja? Cambiarías a tu mujer por una más joven, tierna y fogosa solo porque ella se ha puesto gorda, se le ha agriado el carácter y no la soporta ni la madre que la parió? Sin duda no. Pues con el móvil ocurre lo mismo. 

Smartphone

He hecho todo lo que he podido durante los últimos años: me he mantenido firme ante mi mujer y ante mi hijo, no he sucumbido a la presiones de mi entorno  laboral,  he sobrevivido estoicamente a los jocosos y malintencionados comentarios de quienes dicen ser mis amigos, ha mantenido la compostura en  eventos sociales y, en fin, he navegado en contra de la corriente por fuerte que esta fuera. Sin embargo, todo ciclo llega a su fin y a todo cerdo le llega su San Martín. Y a mí me ha llegado a finales de la semana pasada: me he comprado un Smartphone. O más bien debiera decir me he comprado un puto Smartphone. El infierno de Dante y tener que lidiar con un Smartphone no pueden distanciarse mucho.

Yo,  que tan despreocupado vivía dejando alegremente mi móvil en cualquier lugar sabiendo que nadie me lo robaría (en una ocasión me lo olvidé en un lavadero de coches y cuando, una hora después, regresé a buscarlo estaba en el mismo sitio que lo deje con un billete de 20US$ debajo y una nota “cómprate otro nuevo, cabrón”) ahora cargo con la incómoda responsabilidad  de llevar siempre encima un aparato que cuesta más que mi primer coche.
Yo, que siempre he destacado por llevar los pantalones ajustados  marca-huevos tipo John Travolta en fiebre del sábado noche, he tenido que renovar todo mi vestuario comprando pantalones 3 tallas más anchas para poder cargar con la mierda del teléfono  de marras.
Eso sí, ahora tengo un teléfono  que no solo me sirve para llamar por teléfono , recibir correo y navegar por internet (lo cual, de por sí, ya es mucho más de lo que hacía el teléfono de la cocina de la casa de mi madre)  sino que trae incorporado, como equipamiento básico, brújula (sin duda muy útil donde vivo), cámara de fotos de 7 millones de megapíxeles (que se joda la Kodak instantánea de toda la vida), linterna de 3 posiciones, 4 navegadores diferentes, videocámara, 7 asistentes, una agenda, una calculadora, 3 millones de juegos, mapas de todo el mundo, un GPS, una radio, pantalla touch, YouTube, Skype, tiendas on line, un montón de cosas que todavía nadie me ha sabido decir lo que son y una nube (¿??). Lo que no tengo claro es si puedo usarlo como teléfono. Tengo que revisar el manual sin falta esta misma noche.
Pero OJO porque todo lo anterior es solo el equipamiento base. A partir de ahí se abre un abanico de posibilidades infinitas o más. Resulta que puedes descargar absolutamente cualquier cosa que se te ocurra. Y cuando digo cualquier cosa me quedo corto. Porque te puedes descargar cosas que ni imaginas que puedan existir. Alguno pensara que estoy exagerando. Pero que me decís si os aseguro que un amigo se ha descargado una aplicación para ahuyentar los mosquitos?
Parece ser que los fabricantes de estos tipos de dispositivos son como los adictos a cualquier otro vicio y no tienen fin. No saben parar. Así que no contentos con saturar el mercado con mil millones de modelos de Smartphone y otros tantos sistemas operativos (tengo un amigo en la oficina, por cierto, que si me vuelve a realizar una comparativa entre el Android 7.4.5.8, el IOS 27.8.9.3 y el BlackBerry OS 173.89.6.5 lo voy a correr a ostias hasta su casa) sino que ahora te encuentras que los acompañan con dispositivos “extras”. Así el otro día quedé con un amigo para salir a hacer un poco de footing y el colega me aparece vestido que parecía Robocop. En una muñeca el reloj de pulsera normal, en la otra muñeca un dispositivo que se comunica con el Smartphone (que lleva enganchado al brazo) y que le suministra información de los pasos que da y su frecuencia cardiaca. Y el  Smartphone se conecta, vía bluetooh, con la tableta que lleva cargada a la espalda y que lo tiene continuamente localizado geo- posicionalmente gracias a la triangulación entre el relojito de marras, el Smartphone, la tabla y la posición del satélite de google. Eso sí, al pobre le llamaron en mitad de la carrera para decirle que su mujer estaba dando a luz a su primer hijo y para cuando consiguió encontrar la función de “Responder llamada” ya el hijo se estaba graduando de la carrera de medicina.
Y, como en todo, una vez que el primer Smartphone entra en tu vida aparecen los Nostradamus a tu alrededor soltando lindezas del tipo “ya sabía yo que finalmente acabarías comprándote uno” “ya verás que pronto te acostumbras” “tendrías que haber esperado dos semanas que creo que van a sacar el iPhone 18.5.6 que tiene un procesador mucho más rápido y 14 mil trillones de megapíxeles en las fotografías”.
Sin embargo hay algo bueno en todo esto. Y es que desde que tengo mi nuevo Smartphone me he vuelto mucho más social. Y es que con la mierda de teclado touch que trae no hay Dios que consiga escribir nada y no puedo chatear así que siempre lo tengo guardado en el bolsillo y presto más atención a las personas con quienes estoy. 

viernes, 21 de febrero de 2014

Redes Sociales


Creo que soy un tipo raro. Muy raro, de hecho. Y es que no me gustan las redes
sociales. La verdad es que no le veo el sentido a publicar las fotos de lo que estoy
desayunando, del paisaje que estoy contemplando, del disfraz que me puse en
carnavales, de mi nuevo computador o del pastel de cumpleaños que me regalaron mis
compañeros de oficina.

Menos sentido le veo aún al hecho de acompañar a las fotos con comentarios del tipo
"Yo caminando por la playa" a una foto donde lo único que se ve es a tí justamente
caminando por la playa. A menos que tengas “seguidores” en tu perfil que sean
periodistas de la prensa rosa española en cuyo caso, y esto es entendible, requieran
de una explicación extra para interpretar correctamente la foto.
Igual de interesante y útil me resulta también que marquen "Me gusta" en una
fotografía donde apareces en pijama con el subsiguiente comentario a pie de foto "Yo
en pijama". Que te gusta qué? Mi pijama? La foto? O ver lo gilipollas que soy y como
me sobra el tiempo como para publicar algo así? En cualquier caso, a quién le importa
que te guste? Al mundo entero y por eso lo escribes? Hellooo, sal a la calle y vive
tu vida “puto looser”.

Pero es que, además, uno de los problemas que tienen las redes sociales es que no solo pierde su privacidad quienes las usan (allá cada uno de qué manera decide
perder su tiempo y su dignidad) sino también aquellos que no tenemos nada tan interesante que ofrecer al mundo como una foto nuestra cagando con el consabido comentario "Yo cagando" al pie de la misma.




El problema es que cualquiera sale un día por la noche
 con los amigos a conocer algún grupo de gatitas
(aquí de nuevo debo recordar a mis audaces lectores del sexo masculino puro,
huir siempre de divorciadas y solteras exitosas profesionalmente: demasiados problemas existenciales
 por un ratito de placer) y estas, lógicamente emocionadas por haberte conocido a ti y a tu grupo de amigos, deciden subir las fotos de la noche al twitter, al Facebook o a cualquiera otra red social que esté de moda
entre los "cibernautas". Esto implica que tu mujer, tu novia o tu sobre-protectora madre
(muy típico esto entre los financieros y los programadores informáticos)
tendrán acceso a información de tu lujuriosa noche que tu no tenías ninguna intención de compartir con ellas.
Otra de las grandes aportaciones que las redes sociales y la ciber-publicacion ha
realizado a nuestra sociedad es convertirla en una sociedad "globalizada” y que ahora
ya no existen vagos, desempleados ni pajeros ya que estos han sido sustituidos por
twiteros, facebookeros y blogueros.

Ahora resulta que llevan a un frikazo a la televisión y como no saben ni como
describirlo (ya que no tiene titulación académica ni ha hecho ninguna aportación
importante al deporte, las ciencias o las humanidades) lo presentan como "Pepito
Sánchez, bloguero." O "Fulanita Menganos, twitera". Evidentemente pongo ejemplos
tanto de un hombre como de una mujer para evitar que la censura y los ministerios de
la igualdad y los derechos de la mujer tengan argumentos para tacharme de sexista.
Realmente me encantaría extenderme más con este tema pero tengo que ir a mi blog
a subir este artículo y http://gorkatieneunblog.blogspot.com/ luego accesar a mi
cuenta de Facebook para publicar la noticia de la edición de este nuevo monologo ya
que no quiere que mi número de seguidores disminuya.






lunes, 3 de febrero de 2014

EL ORDEN CELESTIAL DE LAS COSAS


Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y quizás por ello, y por
el inexorable discurrir del tiempo, es que últimamente encuentro respuestas a
cuestiones que, en el pasado, no llegué ni a plantearme.
El otro día, por ejemplo, un amigo me recomendaba comprar una tabla electrónica
que simulaba la play station 3 pero que los juegos podían descargarse
gratuitamente con lo que me ahorraría un montón de dinero (ya que el consumo
medio anual de estos productos en una familia con un hijo adolescente es
equiparable al PIB de algunos países). Sin dudarlo ni un segundo le respondí que
no merecía la pena ya que el ahorro no existe: lo que dejes de gastar hoy en algo
te lo gastarás mañana en otra cosa. O algo ocurrirá y tendrás que destinarlo a
ese algo.
Y es que hay una realidad universal a este respecto: no hay economía doméstica
que cuadre. Y da igual lo que ganes, nunca va a cuadrar. Más ganas más gastas y
más obligaciones surgen.
Así que la conclusión es gastar lo que ganas. Y es que existe otra realidad a
este respecto: más dinero gastas, más dinero generas. El dinero, al igual que las
sonrisas y el afecto, tiene un efecto boomerang; más lo usas más te regresa.
Otro acontecimiento regido por el orden universal son las cosas que nos ocurren.
Olvídate, que si en una manifestación con 10,000 manifestantes (de las que a
diario disfrutamos en la grande y única España) aparece una paloma y lanza una
cagada y te cae a tí no es mala suerte. Es que esa mierda era para tí. No era
para el que estaba a tu lado ni para el cabecilla de la manifestación. Era para
tí así q guárdatela y acéptala con resignación. Lo que es para uno es para uno, y
así lo marca el orden celestial.
Es importante diferenciar la suerte y las decisiones (ambos aspectos estos sobre
los que ya versé tiempo atrás) del orden celestial de las cosas.
En el grupo de eventos de índole celestial y sobre los cuales, y como seres
terrenales que somos la mayoría, no podemos intervenir, podemos incluir
conceptos como que la mujer de mi amigo siempre va a ser más complaciente que la
mía, que me ha tocado un jefe cabrón, que las tipas más buenas nunca se van
conmigo, que siempre escojo la cola más lenta en el súper, que siempre que voy a
un baño público no queda papel, que en el colegio me llaman al estrado siempre
que estoy erecto, que si miro las tetas a una tipa siempre me pillan, que del
grupo de tipas desesperadas siempre gusto a la gorda, que siempre que me tiro un
pedo aparece alguien cerca, que la vida no me ha brindado las oportunidades que
merezco, que no se me valora por todo lo que valgo, que siempre que llego al
ascensor se están cerrando las puertas, que las indicaciones de los aeropuertos
siempre están mal y que soy el único al que le gustan como huelen mis pedos. Sin
duda son realidades de las que nadie se salva. Hay más pero no quisiera
extenderme.
Y luego existen realidades para nada celestiales y que pudieran ser corregidas
para evitar males mayores. Como el hecho de que una pareja gay adopte un niño
(para que a este lo ostien en el colegio y llegue a llegar a la edad adulta con
más traumas que Michael Jackson), que se permitan programas como operación
triunfo, que informática dependa de administración, que este prohibido que los
profesores repartan par de ostias a los alumnos cuando estos se lo merecen, que
no dejen fumar en los bares o que las mujeres opinen de futbol en televisión.