viernes, 2 de diciembre de 2016

A la vejez Viruela

“Te recomiendo hacer un Master como he hecho yo, Gorka” me comentaba un amigo el otro día. Me
quedé sorprendido antes esta afirmación porque este amigo en cuestión apenas si consiguió sacarse el
graduado en turismo mientas el resto de amigos estudiábamos carreras serias. Así que dude de su
afirmación y me respondió “No, hombre, Gorka, no me refiero a que estudiara el Master a la edad en
que la gente normal estudia. Me refiero a que me lo he hecho ahora, a los 45 años. En mi mejor
momento profesional y personal. Esto va a ser un trampolín en mi carrera profesional.”. Bueno, bueno,
bueno pensé yo….otro que no hizo los deberes a tiempo y ahora de mayor quiere estudiar lo que no
estudió, ser guapo cuando siempre fue feo y parecer interesante cuando siempre ha sido más soporífero
que una charla con mi jefe. No soy dado a los debates pero, en esta ocasión, y ya que la comida estaba
comenzando y no teníamos muchos más temas en común de que hablar (mi amigo es Sub-Director de
hotel) decidí seguir adelante con lo que prometía ser un dialogo enriquecedor. Así que mi amigo
comenzó a hablarme de lo útil de gastarse 40,000€ en un master (“un MBA” me dijo, con un orgullo que
dudo que Nadal mostrara tras conquistar su primer Grand Slam), pedir una excedencia en el trabajo por
un año, dejar de ver a su familia por ese tiempo y trasladarse a vivir a alguno de los lugares donde se
imparten MBA’s (que como su mismo nombre indica son Madrid, Barcelona y América). El objetivo?
Pues mejorar el Curriculum y proyectar tu carrera profesional…. Y conocer otras personas y vivir nuevas
experiencias. Ummmm, ya…. Pensé yo. O sea que a los 45 camino de los 46 todavía no tienes un
currículum en condiciones y no tienes amigos pero si te gastas 40,000€ en un MBA tu vida mejorará
notablemente? Y además conocerás gente interesante que te abrirán nuevas oportunidades de
mercado? Esto último me lo puedo creer porque si quien te va a contratar también ha hecho un master
MBA podrá justificar pagarte un pastón a tí porque eres poseedor del MBA y esto, evidentemente,
potencia su propia posición ya que el mismo también tiene un master MBA. Y así, extrapolando esta
situación podemos alcanzar la curiosa situación de que todos, o gran parte, de los altos ejecutivos de
una empresa (sin el bachillerato finalizado algunos de ellos) se hayan conocido en un master MBA para
adultos y se hayan ido contratando unos a otros en cadena cual empresa de ventas de estructura
piramidal.
Para este tipo de individuos el techo no está en hacerse con un master MBA. En absoluto. Este paladín
del éxito es un individuo activo, proactivo, seguro de sí mismo, innovador y dinámico. Se ve a sí mismo
como un líder, exitoso en todos los planos de la vida y disfrutando de las míeles del éxito. Lejos
quedaron ya aquellos años donde su madre le castigaba porque sus compañeros del colegio le robaban
la merienda, los niñas del colegio se burlaban de él y tenía los dientes más torcidos que un ocho. Así que
cultivando la máxima de “Men sana in corpore sano” decide comenzar a hacer deporte. Pero no
cualquier deporte, no…. Se vuelven runners, corren 10Ks, 20KKs, maratones, iron – man, compiten en
culturismo o aprenden a jugar tenis (la única parte con cierto sentido por cierto), abren cuentas en
redes sociales y bombardean el cyber espacio de fotos de sus éxitos, sus cambios de look y sus opiniones
sobre la vida, lo humano y lo divino como si a alguien le importase. También tienden a hablar de sí
mismos con expresiones del tipo “me he hecho a mí mismo” “he sabido aprovechar las oportunidades
que la vida me ha dado” “el esfuerzo y la constancia siempre han sido mis máximas” y una de mis
favoritas “El momento más feliz de mi vida fue el día de mi boda o el día del nacimiento de mi hijo
Francisco Sebastián de todos los Santos” . Se vuelven veganos, twiteros, blogueros y hablan de cosas
como dar un sentido a sus vidas viajando a la India, haciendo el camino de Santiago, subiendo al Everest
o cualquier otra cosa que los haga ver diferentes y exitosos a su propios ojos y a los de los demás.

Reflejo condicional

Para aquellos menos instruidos, o que no acudieron a las clases de filosofía de mi generación, os comento que hace
un tiempo un tal Pavlov se dedicó a experimentar durante un tiempo con perros para llegar a la impagable
conclusión de que los perros salivaban ante la presencia de comida y un campanazo. Y al de un tiempo solo con el
campanazo también salivaban como si, realmente, hubiera comida para ellos. “Reflejo Condicional” lo llamaron los
estudiosos de la época.
Ha resultado que, con el paso del tiempo, he podido contrastar sobradamente la realidad del “Reflejo Condicional” en
mi propia persona y con algunas actividades de mi vida. En concreto con el proceso de masturbación también
conocido como paja, cascársela, sacudírsela, pelársela, machacársela, darle a la zambomba, cinco contra el calvo,
darle al manubrio, sacar lustre al sable y otras expresiones para definir el mismo proceso. En concreto recuerdo par
de situaciones que hubieran dejado en ridículo los experimentos de Pavlov y su esclavizado can.
Como la mayoría de los chicos de mi barrio, en mi casa compartíamos un único baño para varios hermanos. Y dado
que los dos mayores fuimos atacados por la efervescencia hormonal por la misma época el resultado no podía ser
otro: mi madre acabó por quitar el cerrojo del baño para evitar que nos quedáramos a vivir en él. Así que tuve que
aprender a sacar el máximo provecho al tiempo que podía disponer de este bien escaso y aprendí a acortar el
tiempo habitual dedicado a la defecación para que me quedara tiempo para la otra tarea. Y así, y durante todo el
tiempo que duró mi carrera universitaria, compaginé defecación y masturbación en perfecta armonía al tiempo que
entrené mi oído para discernir pasos y sonidos de manera que antes que alguien se acercara al baño me diera
tiempo a esconder la fotos de rubias pechugonas debajo de las alfombrillas del baño y gritar “OCUPADO/” a quien
intentara abrir la puerta del baño al tiempo que dejaba caer la camisa sobre el alzado mástil para disimular la
vergonzosa realidad.
El resultado, como sin duda ya habrán acertado a discernir los más avispados de mis lectores, fué un claro ejemplo
de “Reflejo Condicional”: anos después de abandonar esta costumbre e irme a vivir a mi propio apartamento aun
sufría repentinas y sorpresivas erecciones cada vez que me sentaba en una taza de váter. Tardé años en superar
este curioso efecto pero, por fin, ya soy un hombre liberado en este sentido.
La segunda ocasión que tuve de experimentar este Reflejo Condicional fue ya en mi vida adulta. Por mi trabajo me
he visto forzado a pasar largas temporadas fuera de mi casa alojándome en hoteles y trabajando bajo presión desde
bien temprano hasta la noche. He sido afortunado, eso sí, porque siempre he pasado las noches en hoteles
cómodos, con aire acondicionado y las típicas amenidades que ponen en este tipo de establecimientos. Entre ellos
destaca una cremita hidratante para el cuerpo que suelen dejar entre el bote de champú y el de gel de baño. Como
desconozco la descripción real de este elemento pero, por casualidades laborales, era amigo de la persona que la
compraba siempre nombre a este producto como “La crema del Sr. X”.
Pues bien, muchas noches llegaba tan agotado a mi cama que ni el sueño me entraba. Sin embargo, sabedor de lo
necesario de un buen descanso para poder rendir en condiciones al día siguiente, decidí optar por el viejo truco de la
pajilla antes de dormir para caer exhausto en los brazos de Morfeo. Sin embargo, en ocasiones, era tan fuerte el
cansancio que no lograba las condiciones óptimas para el proceso y opté por ayudarme de “La crema del Sr, X” con
resultados inmejorables. Tanto así que la crema del Sr. X acabó por convertirse en compañera inseparable en estos
largos periodos alejado de mi casa. El resultado, de nuevo, hubiese dejado en evidencia los estudios de Pavlov:
cada vez que veía la crema o, incluso, escuchaba el nombre del Sr. X sufría una inepesparada erección. Tanto así
fue el efecto del Reflejo Condicional. Tarde años en superar esta adicción y durante mucho tiempo no lograba
mantener una conversación con el Sr. X sin que mi mente volara/. Algo muy incómodo, os lo puedo asegurar.
Recientemente decidí probarme a mí mismo que había sido capaz de superar ambos complejos y decidí enfrentarme
a todos mis miedos y complejos a la vez: decidí encerrarme en el baño con la crema del Sr. X y ver si era capaz de
vencer la tentación. Tal y como sospechaba la debilidad se apodero de mí y eché mano de la crema del Sr. X solo
para descubrir, desesperado, que el bote estaba vacío. Así que opté por buscar entre el resto de botellas propias de
un baño y encontré un bote de aceite de coco que me pareció perfecto para la ocasión. Un rato después salí del
baño silbando y disimulando como si nada hubiera pasado. En ese momento mi mujer entró al baño a hacer sus
necesidades y cuando salió me dijo “oye, qué buenas son las pastillas esas que me recetó el nutricionista para
adelgazar. Veo los efectos de una vez. He ido a hacer pipi y he visto grasa en el agua del váter. Parece que estas
pastillas expulsan toda la grasa del cuerpo. Lo curioso es el extraño olor a coco que hay/.”