lunes, 10 de noviembre de 2014

PIRATAS DEL CARIBE


Ya no llevan parche en el ojo ni pata de palo  y han evolucionado de conversar con el loro del hombro a  hacerlo a través del WhatsApp con el SmartPhone que llevan en sus bolsillos. Ya no conviven en sucios y  mohosos camarotes  de sus desvencijados barcos sino en cómodas habitaciones o apartamentos en  campos de golf o suites de hotel. La bandera negra con la calavera y el tatuaje que les identificaba han  sido sustituidos por el logo de la empresa para la que laboran y una  firma con su nombre y cargo en el  Outlook.  Pero, por lo demás, pocas cosas han cambiado entre los eternos y románticos piratas del siglo XVI y los  actuales piratas de origen europeo que deambulan por el Caribe desde hace dos décadas o más.  Estos modernos a la vez que decrépitos piratas, antaño jóvenes y vigorosos, llegaron a esta isla con  boleto de solo ida y dejando atrás una tierra a la que juraron no volver (de hecho alguno si volvía lo  encerraban o, peor aún, lo obligaban a casarse)  han ido decayendo con el imparable paso del tiempo  mientras sus ojos han visto, con comprensible tristeza, como el paraíso al que llegaron ha sido de nuevo,  y como ya ocurrió 500 anos atrás, prostituido con la llegada de extranjeros  ávidos de riquezas y triunfos  laborales con los cuales poco o nada tienen en común.   Sin embargo, y a pesar de los excesos  cometidos y el tic‐tac del reloj biológico, estos personajes son  ajenos al envejecimiento y siguen viendo reflejada en el espejo su varonil y gallarda imagen. Es más, a su  natural gallardía se suma la experiencia y la sabiduría que solo el paso de los anos provee.  Han tenido, eso sí, que depurar sus estrategias. Se han visto obligados a jubilar las motos de cross con  las que conquistaban a jóvenes indígenas y sustituirlas por vehículos de alta gama y bajo consumo (hasta  en esto han cambiado los tiempos), apuntarse a modernos gimnasios y contratar instructores para  mantener sus estilizadas figuras, hacerse alguna operación de hernia discal o de  próstata y tintar sus  plateados cabellos. Ya no les basta con invitar a las inocentes victimas a cenar camarones y algún vino  barato en tabernas locales tipo Capitán Cook sino que es necesario sacarles Visa y llevarlas de viaje en  modernos aviones a conocer la cuna de la civilización europea. Se acabó regalar gafas de sol, relojes y  bolsos de imitación: ahora todo tiene que ser original. Y se acabó ser el amante secreto de la fogosa e  insatisfecha mujer casada para pasar a ser en el que mantiene y, a veces, el cornudo.   Sin embargo, han aprendido a vivir bajo su nuevo rol con envidiable dignidad. Es digno de admiración  verles levantarse a cámara lenta, y con evidentes signos de dolor que tratan de disimular con una  forzada sonrisa, de su escritorio para saludar a la joven secretaria que entró a entregar un paquete. Es  envidiable su valentía y elevada auto‐estima al invitar a salir a mujeres a las que doblan, y en ocasiones  triplican, en edad. Aprovechan su vasta experiencia para entablar una interesante conversación que,  infaliblemente, encandila a la inocente presa y opaca a los mezquinos competidores.  Están dispuestos a desperdiciar horas de sueño (un descanso que, cada vez más, resulta imprescindible  para estos leones envejecidos), a invertir considerables cantidades de dinero en cenas y regalos, a  arriesgarse a una nueva intervención quirúrgica bailando en la pista de la disco e, incluso, a sufrir  disfunción eréctil en el futuro fruto del abuso de viagra y “la pela”. Y todo esto a cambio de qué? Pues a  cambio de seguir disfrutando del Caribe que encontraron20  años atrás, a cambio de volver sentirse  jóvenes, a cambio de no tener que invertir en psiquiatras ni en terapias de superación de la andropausia.  A cambio, en fin, de seguir siendo los Pirata que siempre fueron y mantener viva una estirpe que tiende  a desaparecer al igual que los grandes dinosaurios lo hicieron. 

Final Feliz



Puedo visualizar la expresión picaresca en el rostro de los más calenturientos y depravadillos de mis lectores tras leer el título de este ensayo. Les imagino diciéndose a sí mismos "Si, Yeah, por fin va a hablar de los masajes con mamada incluida." Pues no, enfermos, no versaré sobre ese interesante tema sino que lo haré sobre los finales felices de los cuentos de hadas. Y es que, cuánto daño han hecho estos cuentos con sus virginales princesas y sus apuestos, educados y ricos príncipes!!!!
Todo es felicidad en estas historias con las que nos educan desde pequeños. Ella es bella,  joven, cariñosa, educada, paciente y siempre va impecable y huele bien. Él es galante, comprensivo, tierno y viste siempre a la moda. Con su pelo lacio y su arrogante porte es la imagen de la virilidad sobre su brioso corcel.
OK, hasta aquí es creíble ya que cuando una chica está enamorada es así como visualiza a su juvenil amor sentado en el interior del coche de cuarta mano en que anda. Todos hemos vivido esto y, sin duda, lo añoramos.
El problema comienza justo cuando el cuento acaba con la famosa expresión "y fueron felices y comieron perdices" porque ahí es donde comienza la triste realidad que no nos cuentan en los cuentos. Y es que esa felicidad dura, a lo sumo, 5 años, hasta que la cotidianidad acaba con todo.   Proyectando el cuento de hadas a la realidad, podríamos augurar que el encantador y metrosexual príncipe descubre su verdadera  naturaleza sodomita y decide explorar nuevas formas y posiciones de amar y ser amado. Lógicamente la insatisfecha, y ya no tan virginal ni dulce princesa, decide hacer lo propio con el jefe de la guardia imperial que, casualmente, es senegalés y la tiene como el mástil de la mayor de las carabelas de Colón.
Lamentablemente ya es tarde para separarse porque la pareja concibió un hijo y separarse supondría un trauma para este, un escándalo para la familia y un desastre para el patrimonio familiar. Sin embargo, la situación solo puede empeorar cuando las madres de ambos cónyuges, y acostumbradas a intervenir y organizar la vida de todo el que tienen cerca (de origen gallego una y vasca la otra), deciden interferir asesorando a sus hijos y empeorando, aún más, la convivencia familiar.
Si a esto le agregamos un nuevo impuesto patrimonial sobre sus castillos y palacios que obliga a los príncipes a acudir a casposos programas de televisión para hablar de sus intimidades por cuatro duros, ya tenemos la cruda realidad y de aquél lejano "fueron felices y comieron perdices" pasamos al "y se separaron porque no se aguantaron".
Ahora ella es feliz con su senegalés que le da alguna que otra paliza pero ella lo entiende porque "son culturas diferentes y es una forma de demostrarme que me ama".Y él es feliz tras casarse con un diseñador de moda con cierto pasado de pederastia que no ha sido aclarado del todo.
Y este seria, penitentes lectores, el auténtico final que la moral de la época no permitió escribir a los hermanos Grimm y otros autores de cuentos infantiles

Angustia

Tengo tres días que no vivo. La angustia me estrangula, me  asfixia y, por momentos, pareciera que me impidiera respirar. Mi mundo esta descontrolado y padezco de angustia, histeria, agobio, paranoia, tics nerviosos y claustrofobia. Y no es para menos: tengo tres días con el móvil estropeado.
 
Quién puede sobrevivir a tamaña desgracia? Ni cagar tranquilo puedo, acostumbrado como estaba, a usarlo de compañía tanto para jugar al Brick Breaker, responder correos o leer el periódico on line mientras realizaba mis más naturales necesidades. En este sentido, he tenido que regresar a la obsoleta, y muy poco discreta, practica de ir al baño acompañado de una revista. En concreto, y a falta de otra cosa, me he leído los tres últimos ejemplares del Bávaro Magazine que le he tomado prestados a la secretaria camino a mi destino. Gracias a lo cual, debo reconocer, conozco la vida e intimidades del hotelero del mes de la zona (le regalaran una licuadora también?), el cheff de moda (apuesto que cierra el restaurante en tres meses como todos), los 17 nuevos hoteles que han abierto en el área en la última semana y el ultimo coronel de Politour que ha llegado al distrito.
Para superar esta crisis de identidad decidí retomar mi relación con el psicólogo (abandonada recientemente tras superar mi adicción a las donas). Pero cómo hacerlo si el numero está en la agenda del móvil? Igual que el número de todos mis amigos, mi hijo, mi mujer y resto de gente con la que me comunicaba a diario.   Ahora me paso el día mirando al hueco vacío de mi pantalón (donde iba el móvil, el otro lo relleno con algodón) buscando algún destello de luz roja que me indique que mi mundo ha recuperado su normalidad y tengo mensajes de texto, de whats app o email esperando ansiosos porque yo, su dueño, los lea. Ah! solo de recordar esos plácidos momentos de intimidad entre mis mensajes y yo mientras el mundo giraba a mi alrededor me ponen la piel de gallina.
Ahora me tengo que pasar las reuniones de trabajo atento a lo que hablan. Ahora tengo que prestar atención a la insípida conversación de mis compañeros de mesa y de café. Ahora no tengo excusa para levantarme de la mesa en las comidas dominicales con la familia de mi mujer porque “me llaman del trabajo”. Cuando voy conduciendo sufro grave peligro de accidentarme porque continuamente desvío la mirada donde antes reposaba plácidamente mi dañado, y ausente, amigo y confidente. Y me preocupo por él: cómo estará? cómo le tratarán en hospital de los móviles? quien lo estará manipulando? lograrán desentrañar los secretos personales que tan celosamente oculto en él...? En fin, que vivir así no es vivir.  Me han propuesto (gente sin corazón, sin duda) que lo abandone y lo sustituya por uno más moderno. Quien podría hacer algo así? Acaso alguien abandonaría sus calzoncillos de la suerte solo porque estén un poco viejos y con alguna manchita que no acaba de salir? Dejarías de lado tu jarra de cerveza por una pequeña muesca en el cristal? te desharías de tu osito de peluche solo porque le falte un ojo y un trozo de oreja? Cambiarías a tu mujer por una más joven, tierna y fogosa solo porque ella se ha puesto gorda, se le ha agriado el carácter y no la soporta ni la madre que la parió? Sin duda no. Pues con el móvil ocurre lo mismo. 

Smartphone

He hecho todo lo que he podido durante los últimos años: me he mantenido firme ante mi mujer y ante mi hijo, no he sucumbido a la presiones de mi entorno  laboral,  he sobrevivido estoicamente a los jocosos y malintencionados comentarios de quienes dicen ser mis amigos, ha mantenido la compostura en  eventos sociales y, en fin, he navegado en contra de la corriente por fuerte que esta fuera. Sin embargo, todo ciclo llega a su fin y a todo cerdo le llega su San Martín. Y a mí me ha llegado a finales de la semana pasada: me he comprado un Smartphone. O más bien debiera decir me he comprado un puto Smartphone. El infierno de Dante y tener que lidiar con un Smartphone no pueden distanciarse mucho.

Yo,  que tan despreocupado vivía dejando alegremente mi móvil en cualquier lugar sabiendo que nadie me lo robaría (en una ocasión me lo olvidé en un lavadero de coches y cuando, una hora después, regresé a buscarlo estaba en el mismo sitio que lo deje con un billete de 20US$ debajo y una nota “cómprate otro nuevo, cabrón”) ahora cargo con la incómoda responsabilidad  de llevar siempre encima un aparato que cuesta más que mi primer coche.
Yo, que siempre he destacado por llevar los pantalones ajustados  marca-huevos tipo John Travolta en fiebre del sábado noche, he tenido que renovar todo mi vestuario comprando pantalones 3 tallas más anchas para poder cargar con la mierda del teléfono  de marras.
Eso sí, ahora tengo un teléfono  que no solo me sirve para llamar por teléfono , recibir correo y navegar por internet (lo cual, de por sí, ya es mucho más de lo que hacía el teléfono de la cocina de la casa de mi madre)  sino que trae incorporado, como equipamiento básico, brújula (sin duda muy útil donde vivo), cámara de fotos de 7 millones de megapíxeles (que se joda la Kodak instantánea de toda la vida), linterna de 3 posiciones, 4 navegadores diferentes, videocámara, 7 asistentes, una agenda, una calculadora, 3 millones de juegos, mapas de todo el mundo, un GPS, una radio, pantalla touch, YouTube, Skype, tiendas on line, un montón de cosas que todavía nadie me ha sabido decir lo que son y una nube (¿??). Lo que no tengo claro es si puedo usarlo como teléfono. Tengo que revisar el manual sin falta esta misma noche.
Pero OJO porque todo lo anterior es solo el equipamiento base. A partir de ahí se abre un abanico de posibilidades infinitas o más. Resulta que puedes descargar absolutamente cualquier cosa que se te ocurra. Y cuando digo cualquier cosa me quedo corto. Porque te puedes descargar cosas que ni imaginas que puedan existir. Alguno pensara que estoy exagerando. Pero que me decís si os aseguro que un amigo se ha descargado una aplicación para ahuyentar los mosquitos?
Parece ser que los fabricantes de estos tipos de dispositivos son como los adictos a cualquier otro vicio y no tienen fin. No saben parar. Así que no contentos con saturar el mercado con mil millones de modelos de Smartphone y otros tantos sistemas operativos (tengo un amigo en la oficina, por cierto, que si me vuelve a realizar una comparativa entre el Android 7.4.5.8, el IOS 27.8.9.3 y el BlackBerry OS 173.89.6.5 lo voy a correr a ostias hasta su casa) sino que ahora te encuentras que los acompañan con dispositivos “extras”. Así el otro día quedé con un amigo para salir a hacer un poco de footing y el colega me aparece vestido que parecía Robocop. En una muñeca el reloj de pulsera normal, en la otra muñeca un dispositivo que se comunica con el Smartphone (que lleva enganchado al brazo) y que le suministra información de los pasos que da y su frecuencia cardiaca. Y el  Smartphone se conecta, vía bluetooh, con la tableta que lleva cargada a la espalda y que lo tiene continuamente localizado geo- posicionalmente gracias a la triangulación entre el relojito de marras, el Smartphone, la tabla y la posición del satélite de google. Eso sí, al pobre le llamaron en mitad de la carrera para decirle que su mujer estaba dando a luz a su primer hijo y para cuando consiguió encontrar la función de “Responder llamada” ya el hijo se estaba graduando de la carrera de medicina.
Y, como en todo, una vez que el primer Smartphone entra en tu vida aparecen los Nostradamus a tu alrededor soltando lindezas del tipo “ya sabía yo que finalmente acabarías comprándote uno” “ya verás que pronto te acostumbras” “tendrías que haber esperado dos semanas que creo que van a sacar el iPhone 18.5.6 que tiene un procesador mucho más rápido y 14 mil trillones de megapíxeles en las fotografías”.
Sin embargo hay algo bueno en todo esto. Y es que desde que tengo mi nuevo Smartphone me he vuelto mucho más social. Y es que con la mierda de teclado touch que trae no hay Dios que consiga escribir nada y no puedo chatear así que siempre lo tengo guardado en el bolsillo y presto más atención a las personas con quienes estoy.