lunes, 3 de febrero de 2014

EL ORDEN CELESTIAL DE LAS COSAS


Dicen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y quizás por ello, y por
el inexorable discurrir del tiempo, es que últimamente encuentro respuestas a
cuestiones que, en el pasado, no llegué ni a plantearme.
El otro día, por ejemplo, un amigo me recomendaba comprar una tabla electrónica
que simulaba la play station 3 pero que los juegos podían descargarse
gratuitamente con lo que me ahorraría un montón de dinero (ya que el consumo
medio anual de estos productos en una familia con un hijo adolescente es
equiparable al PIB de algunos países). Sin dudarlo ni un segundo le respondí que
no merecía la pena ya que el ahorro no existe: lo que dejes de gastar hoy en algo
te lo gastarás mañana en otra cosa. O algo ocurrirá y tendrás que destinarlo a
ese algo.
Y es que hay una realidad universal a este respecto: no hay economía doméstica
que cuadre. Y da igual lo que ganes, nunca va a cuadrar. Más ganas más gastas y
más obligaciones surgen.
Así que la conclusión es gastar lo que ganas. Y es que existe otra realidad a
este respecto: más dinero gastas, más dinero generas. El dinero, al igual que las
sonrisas y el afecto, tiene un efecto boomerang; más lo usas más te regresa.
Otro acontecimiento regido por el orden universal son las cosas que nos ocurren.
Olvídate, que si en una manifestación con 10,000 manifestantes (de las que a
diario disfrutamos en la grande y única España) aparece una paloma y lanza una
cagada y te cae a tí no es mala suerte. Es que esa mierda era para tí. No era
para el que estaba a tu lado ni para el cabecilla de la manifestación. Era para
tí así q guárdatela y acéptala con resignación. Lo que es para uno es para uno, y
así lo marca el orden celestial.
Es importante diferenciar la suerte y las decisiones (ambos aspectos estos sobre
los que ya versé tiempo atrás) del orden celestial de las cosas.
En el grupo de eventos de índole celestial y sobre los cuales, y como seres
terrenales que somos la mayoría, no podemos intervenir, podemos incluir
conceptos como que la mujer de mi amigo siempre va a ser más complaciente que la
mía, que me ha tocado un jefe cabrón, que las tipas más buenas nunca se van
conmigo, que siempre escojo la cola más lenta en el súper, que siempre que voy a
un baño público no queda papel, que en el colegio me llaman al estrado siempre
que estoy erecto, que si miro las tetas a una tipa siempre me pillan, que del
grupo de tipas desesperadas siempre gusto a la gorda, que siempre que me tiro un
pedo aparece alguien cerca, que la vida no me ha brindado las oportunidades que
merezco, que no se me valora por todo lo que valgo, que siempre que llego al
ascensor se están cerrando las puertas, que las indicaciones de los aeropuertos
siempre están mal y que soy el único al que le gustan como huelen mis pedos. Sin
duda son realidades de las que nadie se salva. Hay más pero no quisiera
extenderme.
Y luego existen realidades para nada celestiales y que pudieran ser corregidas
para evitar males mayores. Como el hecho de que una pareja gay adopte un niño
(para que a este lo ostien en el colegio y llegue a llegar a la edad adulta con
más traumas que Michael Jackson), que se permitan programas como operación
triunfo, que informática dependa de administración, que este prohibido que los
profesores repartan par de ostias a los alumnos cuando estos se lo merecen, que
no dejen fumar en los bares o que las mujeres opinen de futbol en televisión.

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