miércoles, 14 de junio de 2017

Sweet Office

Esta mañana he despertado  temprano y he salido al balcón para disfrutar del cálido abrazo de los primeros rayos de sol estivales. Tan bien me he sentido que he decidido despertar a mi mujer románticamente  al ritmo de “Despacito, quiero respirar tu cuello despacito….” al tiempo que hacia sus delicias con un bien coreografiado baile en pantaloncillo capaz de derretir media Antártida. Qué mujer de este mundo no haría un pacto con el demonio por tener este maravilloso despertar? La mía parece ser que no a juzgar por los zapatos que han empezado a volar por la habitación en dirección a mi persona.
Ajeno a la ingratitud de la otrora victima indefensa de mis encantos me fui a la habitación de mi adolescente hijo y, esta vez al ritmo de la música de Rocky Balboa, comencé a despertarle al tiempo que realizaba agiles movimientos pugilísticos lanzando veloces golpes a un invisible contrincante y le instaba a levantarse para acompañarme en mis ejercicios matinales en el gimnasio cercano a la casa. Mi hijo se limitó a mirarme, decirle al perro que me atacara, tirarse un pedo y continuar durmiendo al tiempo que apartaba un trozo de pizza de la almohada que parece le había sobrado de la cena de anoche.
Así que a la hora del desayuno decidí tener una conversación con ellos  (incluyendo el perro) y les expliqué que a partir de ahora las cosas tienen que cambiar porque la vida hay que aprovecharla, que las oportunidades las pintan calvas, que al que madruga Dios le ayuda, que el tren no pasa dos veces por la misma estación y un conjunto de reflexiones de vida muy interesantes de unos libros de Liderazgo y Crecimiento Interior que en mi empresa nos han mandado leer. Tras mi convincente disertación de 15 minutos el perro estaba dormido, mi hijo estaba en la consola jugando a un juego 3D y mi mujer pintándose las unas al tiempo que sacaba dinero de mi cartera (todo el dinero de hecho). Que pandilla de ingratos y de ignorantes!!!!
Decidí no permitir que mi autoestima se resquebrajara por esto (repitiendo mi karma “tú controlas tu vida, tú controlas tu vida, tú controlas…”) y me fuí a trabajar.
Lo primero de todo la secretaria me saludó con su mejor sonrisa y me felicitó por mi buen aspecto físico y lo bien que me queda mi recién estrenada camisa. Una vez cruce el umbral de mi oficina  todo estaba en su sitio: los chicos sentados en sus puestos de trabajo y  perfectamente uniformados, desayunados, meados, cagados y bañados  como marcan las buenas costumbres. “Buenos días, chicos” saludé contestemente.
“Bueno días, jefe” respondieron al unísono al tiempo que los más sinceros y animosos me recordaron lo bien que me veía quizás debido a lo correctamente vestido que suelo ir o a mi naturaleza más propia de un actor de cine que de un simple gerente. “Gracias, gracias… valoro vuestra sinceridad pero recordad que no todo es mi mérito, Dios también puso algo suyo en mi…” respondí al tiempo que les contagiaba mi alegría matutina.
Una vez ubicado en mi puesto de trabajo me trajeron un cafecito al tiempo que me ponían al día del trabajo que LES esperaba el día de hoy y que no me preocupara por nada que ya se encargaban ellos para que yo pudiera dedicar el tiempo a temas importantes de jefes. Que querían recordarme lo buen jefe que soy. Tan Buena disposición les vi que decidí compartir mi buen estado de ánimo y mis experiencias con ellos y diserté durante 45 minutos acerca de que la vida hay que aprovecharla, que las oportunidades las pintan calvas, que al que madruga Dios le ayuda, que el tren no pasa dos veces por la misma estación y otras interesantes reflexiones. Una horda de aplausos, felicitaciones y agradecimientos retumbaron en la oficina cuando finalicé. “qué buen jefe tenemos” “es el mejor” “quién como él” “lo tiene todo” fueron algunas de las expresiones que escuche al tiempo que me pedía otro cafecito para celebrar tan buen comienzo de día.
Creo que a partir de hoy mudaré mi armario a mi oficina y viviré aquí. Aquí es donde realmente se me valora con justicia y equidad y se me aprecia. Regresar a la casa? Eso es para los perdedores. Yo me quedo en la oficina y es que OFFICE, SWEET OFFICE. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario