viernes, 25 de octubre de 2013

Amor internacional


“Tu me quieres papi?” preguntaba mi compañera de asiento al teléfono mientras esperábamos para despegar del aeropuerto de Santo Domingo hacia Panamá. Y a juzgar por el resto de la conversación parece ser que el papi en cuestión no la quería mucho. Ni a ella ni a la hija que tenían en común. Al menos desde el punto de vista de ella ya que le decía que porque era malo con ellas y le cuestionaba por no haberla ido a visitar los últimos días. Que ella, lamentablemente, no había podido llamarle porque se había quedado sin saldo.
Al mismo tiempo la pasajera de mi derecha, una americana de unos 35 anos y pelo rubio, me preguntaba si hablo español e ingles. Al decirle que si me paso un celular “BaratoBerry” para que le hiciera el favor de traducirle unos mensajes que su dominicano novio le enviaba. Estos, evidentemente, no tenían desperdicio y además de confesarle  todo lo que le extrañaba y amaba, le recordaba que a su mama le iban a operar y, además, quería hacer algunas reformas en la casa para que la próxima vez que regresara la vivienda pudiera estar digna para una reina como ella. Que le enviara cuartos en forma de dólares o euros.
Como hice para traducirle esto sin morirme de la risa solo es comparable a mis mejores actuaciones como actor novel cuando, en mi época de soltero, trataba de convencer a mis conquistas de que el hecho de compartir habitación por un fin de semana no tenía porque significar que iba a haber sexo. O también puede compararse a las brillantes interpretaciones de mi jefe explicándome como estamos en crisis y la empresa no puede permitirse en este momento el aumento salarial que, sin duda, mi valioso trabajo y mi actitud merecen. Pero que este por seguro que el hará todo lo que esté en su mano ya que nadie como él defiende a los suyos. De Oscar, vamos.
En fin, que esta situación en el avión me hizo reflexionar acerca del amor de lejos amor de pendejos. Y en concreto sobre el amor internacional dominican@ - extranjer@ que viene al país de vacaciones. Realmente el tema, los personajes y las diferentes situaciones por las que pasan estos amantes para hacer realidad su amor dan para una novela pero tras el arduo trabajo de investigación y la extenuante redacción del exitoso t Caso de la Secretaria Asesinada he decidido regresar por un tiempo a una escritura más comprometida.
Y es que, sin duda, el dominican@ tiene una facilidad especial para enamorar a l@s extranjer@s que visitan el país y, después, desplumarles a base de solicitarles, vía telefónica o por email, dinero para los más extravagantes conceptos: reformar la casa, la operación de las rodillas de la madre, construir una casita para ambos, una jeepeta Mitsubishi nativa o un Honda Accord para que ambos viajen cómodos, el colegio de los niños… en fin, cualquier excusa es válida si el “amor” entre ambos es fuerte. Ha habido quien incluso, ha matado a su madre o padre en varias ocasiones y en todas ellas su extranjer@ amante ha sufragado el supuesto entierro.
Así, es común encontrarse en locutorios y cibercafés a un montón de sanquis (que lejos de disimular su imagen se enorgullecen de ello mostrando desvergonzadamente su patético estilo de tiguere de barrio) y mujerzuelas busca-vidas explicando al teléfono, o a la web-Cam del computador, cuanto les aman, cuanto les  extrañan y como respetan su ausencia con una fidelidad digna de la tipa del muelle de San Blas de la canción. Y, por supuesto, piden más dinero para hacer los papeles para la Visa para ir pronto a reunirse en su país. Y, mientras tanto, están bostezando, sacándose pelos de las cejas, cortándose las uñas o simplemente esperando a que sus nuev@ conquist@ salga del cajero donde habría ido a sacar dinero para darles y que no les falte de nada hasta que puedan volver a estar juntos físicamente ya que con el alma no se separarán ni un minuto.
Y esta es, sin duda, una realidad palpable y vital de la sociedad dominicana y los extranjeros que, provenientes de climas más fríos y caracteres menos amigables, encuentran en esta islita el amor que allá no consiguen. Y si ello supone aligerar un poco la cartera pues no pasa nada, que más caros resultan hijos y nietos y muchas veces menos alegrías y satisfacciones brindan.

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